En un
pueblucho italiano entra de servicio un nuevo agente de la policía municipal.
El
sargento le coloca delante del ayuntamiento, el trozo de calle más recto del
pueblo, para que cronometre a los coches para lo del exceso de velocidad.
Mientras,
como el Papa se entera de que su chófer cumple años, decide darle descanso ese
día y conduciendo él el Papamóvil se da una vuelta por el pueblo en cuestión.
Al final
de la jornada el nuevo policía le da el informe al sargento todo acojonado: Mi sargento, hoy he estado a punto de multar a un VIP.
Supongo
que no lo habrá multado.
No,
claro.
¿Quién
era? ¿Un concejal?
No,
mi sargento.
¿El
alcalde?
No,
mi sargento.
¿El
gobernador?
No,
mi sargento.
¿El
presidente?
No,
mucho más importante.
Sí
hombre, pues, ¿no sería Dios?
Pues,
casi seguro mi sargento, el Papa iba conduciendo.
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