Una agradable ancianita va a su doctor y le dice: Doctor, vengo a la
consulta porque me duele un poco el hombro.
Muy
bien, ¿es su único problema?
No,
también tengo un pequeño problema con los gases, pero realmente esto no me
molesta mucho. Mis flatulencias nunca huelen y son siempre silenciosas. De
hecho, me he tirado más de 20 desde que estoy en la consulta pero, como le
dije, Vd. ni se ha enterado ya que son silenciosas y sin olor.
Mmmhh,
le voy a dar dos pastillas que quiero empiece a tomar de inmediato y venga
nuevamente a verme la semana próxima.
A la semana siguiente regresa la simpática ancianita
al consultorio y cuando llega su turno ingresa con una expresión de enojo en su
cara.
¿Qué
tal? ¿Cómo estamos?
Mire
doctor, no sé qué me han hecho las pastillas que me dio, pero si bien el hombro
ya no me duele, ahora mis gases huelen de un modo horroroso; qué digo horroroso,
apestoso. Siguen siendo silenciosos como antes, pero el olor es verdaderamente
inaguantable.
Bien,
bien, ya curamos el hombro y la sinusitis, vamos a ver ahora el tema de su
sordera...
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