Juan y Agustín, dos ancianos, hablan sobre el
envejecimiento.
Comenta Juan: La peor
parte se la llevan nuestras mujeres, y además ellas se niegan a admitir que
envejecen y tratan siempre de esconder sus achaques.
Tienes mucha razón, pero conozco un
truco para hacerles ver sus discapacidades a través de un sencillo juego. Si
quieres saber si tu mujer empieza a quedarse sorda, colócate a 10 metros de
ella y hazle una pregunta, cuando veas que no te responde, acércate a 5 metros,
después a 2 metros, y después a 1 metro. Y entonces no le quedará más remedio
que aceptar que se está quedando sorda. Juan encuentra la idea muy buena y cuando vuelve a casa se coloca a 10 metros de su mujer y le pregunta con voz fuerte: Cariño, ¿qué hay de cena?
Como no recibe respuesta, se acerca a 5 metros y de nuevo: Cariño, ¿qué hay de cena?
Como tampoco recibe respuesta se acerca a 2 metros y le vuelve a preguntar: Cariño, ¿qué hay de cena?
Sigue sin recibir respuesta.
Juan, contento por el funcionamiento del truco de su amigo Agustín, se aproxima a un metro y grita: Cariño, ¿qué hay de cena?
Su mujer se gira y le dice, con cara de exasperación: Te lo digo por cuarta vez, pedazo de gilipollas, ¡sopa y croquetas!
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