Tres
párrocos conversando del problema que tenían con los murciélagos en sus
respectivas parroquias y de cómo eliminarlos definitivamente.
El
primero: Yo
agarré un rifle, dispare a todos los murciélagos, pero lo único que logré fue
llenar de hoyos la parroquia.
El
segundo: Yo les
puse veneno y se fueron por un tiempo, pero después regresaron con más fuerza.
El tercero
todo sonriente: Yo
ya lo solucioné; agarre a todos los murciélagos, los bautice, los confirme, y
no los he vuelto a ver jamás.
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