Un hombre llega a la tienda de Cartier, en la Plaza
Vendôme de París, en compañía de una joven y espléndida mujer. Juntos eligen
una joya de 50.000 euros para ella.
A la hora de pagar, el hombre saca su chequera y sin
pestañear, rellena un talón por el importe solicitado.
El vendedor desconfía, pues es la primera vez que ve
a esta pareja en la joyería.
El hombre se da cuenta y, con mucho aplomo, le dice:
Tengo el presentimiento
de que Vd. cree que este talón puede ser sin fondos, ¿verdad?
Pues, sí. Piensa mal y
acertarás.
Bien, haremos una
cosa, como hoy es sábado y el banco está cerrado, le propongo que guarde el
talón y la joya. El lunes, Vd. procede a su cobro y cuando haya cobrado el
importe de la joya, la envía a casa de la señorita. ¿De acuerdo?
El vendedor, más tranquilo, accede a esta solución
sin ninguna duda, asegurando que la joyería procedería al envío de la joya.
El lunes por la mañana, se procede a la presentación
del talón en el banco y evidentemente no hay fondos.
Entonces el vendedor monta en cólera y llama al
cliente que le responde: No se preocupe, a Vd. todo esto no le ha costado nada y yo me
lo he pasado de miedo todo el fin de semana. Muchas gracias por su colaboración.
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