Dos
mujeres jugaban golf en una mañana soleada. De pronto vieron con horror como la
pelota se dirigía directamente hacia unos hombres que jugaban en el siguiente
hoyo.
La pelota
golpeó a uno de los hombres, quien de inmediato juntó ambas manos en su entrepierna,
y cayó al suelo rodando y gimiendo lastimosamente.
Las
mujeres corrieron hasta donde estaba el hombre. Una de ellas, sintiéndose
culpable, dijo: Por favor, déjeme ayudarlo. Soy quiropráctica
y sé cómo quitarle el dolor si usted me lo permite.
Ouch,
auuuu, noooo. Estaré bien, el dolor se me pasará en unos minutos.
Y mientras
permanecía en posición fetal, tirado en el césped y con las manos en su entrepierna.
Ella
insistió hasta que finalmente él le permitió ayudarlo; ella gentilmente le
separó las manos y lo acostó a su lado, le desabrochó los pantalones, puso sus
manos dentro y comenzó a masajear.
¿Se
siente ya mejor?
Me
siento fantástico, pero el dedo me sigue doliendo.
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