El marido, en su lecho de muerte, llama a su mujer. Con
voz ronca y muy débil, le dice: Muy bien, llegó mi hora, pero antes quiero
hacerte una confesión.
No, no, tranquilo, no hagas ningún esfuerzo.
Pero, mujer, es preciso, quiero morir en paz. Te quiero confesar algo.
Está bien, está bien. ¡Habla!
He tenido relaciones sexuales con tu hermana, con tu madre y con tu mejor amiga.
Ella muy afectada le dijo: Lo sé, lo sé, ¿por qué te crees que te he envenenado?
No, no, tranquilo, no hagas ningún esfuerzo.
Pero, mujer, es preciso, quiero morir en paz. Te quiero confesar algo.
Está bien, está bien. ¡Habla!
He tenido relaciones sexuales con tu hermana, con tu madre y con tu mejor amiga.
Ella muy afectada le dijo: Lo sé, lo sé, ¿por qué te crees que te he envenenado?
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