Una escena de dolor y sufrimiento supremos la
encontramos en el vía crucis, pese a ello siempre hay gente que quiere sacar
ventaja de toda situación.
Jesús recorría el vía crucis, exhausto,
ensangrentado, con el rostro lastimado por la corona de espinas... La multitud
le escupía, apedreaba, insultaba..., el dolor era intenso e insoportable.
De repente, de entre la multitud sale un pequeño hombrecito
con una enorme mujer de severo rostro detrás de él y le dice a Jesús: Maestro, deme la
cruz a mí, yo seguiré y usted hágase cargo de mi mujer.
Jesús le mira a los ojos y le responde: Hijo mío, no
seas tramposo, a mí sólo me faltan cien metros…
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