Un pastor vivía en el campo sólo con su perro. Un buen
día, se le muere el perro y muy apenado baja al pueblo y se dirige a la Iglesia:
Padre, disculpe,
se me ha muerto el perro y yo quería decir una misa por la pobre criatura que
era mi mejor amigo.
No,
lo siento mucho, pero no celebramos servicios por animales, pero vete al pueblo
de al lado que hay un cura hereje de una de esas extrañas convicciones y seguro
que él está de acuerdo en darte el servicio.
Pues,
muchísimas gracias, Padre. Por cierto, ¿Vd. tiene idea de cuánto podría darle
de propina al cura del pueblo de al lado? Yo había pensado en 1.500 €.
Hijo,
bueno, bueno, ¿por qué no empezaste diciendo que el perro era católico?
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