Una
monja, con necesidad de usar un sanitario, entra en un pub.
El
local es bullicioso, con música muy alta y conversaciones de los clientes. Sin
embargo cuando los clientes vieron a la monja, el salón quedó en un silencio
congelante.
La
monja se dirige al cantinero y pregunta: ¿Podría utilizar su
servicio higiénico?
El
cantinero: Ok. Pero, deseo advertirle que allí hay una
estatua de un hombre desnudo, cubierto sólo con una hoja de parra, cuyo miembro
viril parece muy real.
Bueno, en ese caso miraré para otro lado.
Dicho
eso, el cantinero le indica donde se encuentra el baño.
Después
de algunos minutos, regresa la monja y recibe un muy caluroso aplauso. Dirigiéndose
al cantinero: No entiendo, ¿por qué me aplauden si sólo fui
al servicio?
Bueno, bueno, ellos saben que ahora usted es
una de los nuestros. ¿Le ofrezco un trago?
No, gracias. Pero, aún no logro comprender.
Riéndose,
el cantinero: Hermana, cada vez que alguien levanta la hoja
de parra, se apagan todas las luces. Vamos, tómese el trago.
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